He decidido contar esta historia en público y en gran detalle, porque tengo una pequeña plataforma que llega a un público muy específico a quien quizás mi experiencia pueda servir. La Depresión Post Parto existe, es real y es difícil admitir que nos podemos sentir TAN TRISTES Y TAN DESESPERANZADAS cuando todos a nuestro alrededor nos dice que lo que estamos viviendo (el nacimiento de nuestro esperadísimo Angelito) debería ser la experiencia más grandiosa de nuestras vidas. El sentimiento de culpa es enorme, y sólo empeora las cosas. La soledad, agotamiento, frustración, agotamiento que sentimos es imposible de comunicar a quienes, con buenas intenciones, nos tratan de animar con historias de mujeres que sueñan con tener hijos y no pueden, o peor aún, de mujeres que perdieron a sus Angelitos durante el embarazo o dando a luz. Por eso es importante que sepas, tú, que quizás estás pasando por este proceso, que no estás sola, que hay remedio y que eres una mujer completamente normal que está pasando por un momento muy difícil en donde confluyen una serie de elementos que tienen como resultado todo lo que sientes: hormonas, temor al cambio, miedo a lo desconocido, una vida pequeñita que depende por completo de ti… presión social para hacer todo “bien” (ser super mamá, sonreir, disfrutar, dormir, dar LME, etc). Quejarse, no es una opción, después de todo “el tiempo vuela! Cuando menos te lo esperes van a estar grandes y no te van a necesitar!”, o sea, digamos, mientras yo sufro y me quejo me estoy perdiendo la vida de mi hija. Qué desperdicio de madre. Y el cansancio. Oh, por dios, el cansancio! No olvidemos que dormir mal incrementa los síntomas de la depresión, y la depresión a su vez nos hace dormir peor. Un circulo vicioso, un “el huevo o la gallina” infernal.
Vas a estar bien, te lo prometo, pero necesitas admitir que no estás bien EN ESTE MOMENTO, que necesitas ayuda, de tu gente y ayuda profesional. Todo va a salir bien y disfrutarás de tu bebé y la amarás con todo tu corazón no lo dudes. Pero para eso tienes que estar bien TU. Esta es mi historia:
Cuando nació mi Emma, hacen ya 8 años, la maternidad me cayó como un baldazo de agua fría, a pesar de todo lo preparada y confiada que pensé estar, antes de dar a luz. Emma llegó a la semana 39, le pedí al doctor que me induzca el parto porque ya no podía esperar un minuto más para conocerla. Corten escena y pongan play cuatro días más tarde, yo en mi casa, a las 2am, llorando junto a ella, deseando poder volvérmela a meter por donde salió. Literal.
Todos los que me conocen saben y son testigos del AMOR que siento por mis hijos. Nada se le parece, nada es igual y cuando pienso que no puedo amarlos más, mi corazón sigue encontrando espacio. Sin embargo en esos días sentí que había cometido el error más grande de mi vida. Mi gordita lloraba y lloraba y nada parecía calmarla. Yo le daba una teta y luego otra (a esto agréguenle las nada glamorosas y muy dolorosas por no decir humillantes hemorroides y el dolor de los puntos donde me cortaron para que saliera mi cabezona Emma). Luego, cuando parecía que estaba dormida… PAF! volvía a despertar, con esos llantos que a las madres nos activan los nervios y nos vuelven locas por lograr que lo que sea que está causándolos se vaya y se acaben. Repetir. Repetir. Repetir. Repetir… ad infinitum. A mi hermana le gusta contar la historia de uno de esos terribles días en donde me encontró sentada (sobre mi cojin de hemorroides) en la mecedora, con Emma en mis brazos (llorando), la teta afuera, la mirada desorbitada de loca por no haber dormido en toda la noche. Cuenta ella, que entró y a penas la miré empecé a llorar. Me consoló. Me tranquilice (Emma no.). Llegó mi mamá, me miró, la miré, empecé a llorar. Me consoló. Me tranquilice (Emma no). Llegó mi papá. Lo mismo. Llegó mi abuelita (que en paz descanse) y ya con ella y con sus ojos me terminé de desmoronar. Todos opinaban. Todos querían ayudar. No era posible. Emma lloraba, tomaba teta, dormía cinco minutos y volvía a llorar.
Recuerdo que bajé 10 de los 20 kilos que me engordé en el embarazo en 5 días. No tenía hambre, ni tiempo para comer. Recuerdo sentir que mi cuerpo ya no era mío. Mis tetas eran manipuladas por toda buena mujer que llegaba de visita a enseñarme o ayudarme a que Emma lacte. Mis piernas hinchadas, los tobillos un recuerdo. El dolor al sentarme y pararme, el ardor, los pañales (MIOS no los de mi hija… cómo pude vivir 30 años sin saber que las recién paridas deben usar pañales? Por qué a nadie se le ocurrió contármelo?!) Recuerdo que ya ni siquiera sentía alivio cuando mi gordita linda dormía porque sabía que en cualquier momento despertaría y la tortura empezaría de nuevo. Y les digo esto con la mano en el corazón: Llegó el punto en que cuando la escuchaba mi corazón empezaba a palpitar muy rápido, entraba en pánico y me faltaba la respiración. Creo que se llama ataque de pánico.
Lo más difícil de admitir pero te lo cuento porque quiero que sepas que si tu sientes algo parecido en estos momentos no estas sola, es que realmente hubieron momentos en los que me arrepentía de haberla tenido. Para que te rías un poco, te cuento que sacaba números de cuántos años tendría yo cuando Emma cumpliera 18 años y la pudiera mandar a otro país a estudiar a la Universidad y que yo pudiera retomar mi vida. En ese estado de locura temporal, yo estaba segura que así serían el resto de mis días. Lloraba porque pensaba que jamás iba a volver a disfrutar de mi propio espacio. Lloraba por mi “juventud” perdida… hasta lloraba por no haber conocido a mi esposo anios antes para poder haberlo “disfrutado” más. Esto era el final, no un comienzo.
Te cuento que he sufrido de depresión antes. Conozco la depresión, la conocí antes de tener a Emma. Y sin embargo, puedo decirte con la mano en el corazón, que la desesperación, la COMPLETA FALTA DE ESPERANZA, que sentí esos días, no la había sentido nunca antes ni la volví a sentir después. Recuerdo pensar en aquellas madres que están pasando por lo mismo que yo pero sin todo el apoyo que yo tenía. Aquellas mujeres pobres, sin dinero, sin esposo, sin hermana, hermano, papá, mamá, abuelita ni nada de nada. Aquellas que fueron violadas y se vieron obligadas a tener un hijo en esas condiciones. Para ser completamente cruda y honesta, te puedo decir que por momentos podía entender cómo es que hay mujeres que abandonan a sus recién nacidos. Porque la verdad, es que cuando estás con Depresión Post Parto no eres tú. No piensas como tú. Es como una locura temporal y es de terror. OJO antes que me crucifiquen, espero que sea OBVIO que no estoy abogando por abandonar recién nacidos. Sólo digo que si YO con todo el sistema de apoyo con el que contaba, lo único que pensaba era cómo Emma no llegó con recibo y dirección de devolución, cómo lo logran esas mujeres que sin tener nada se encuentran con esta criaturita en sus brazos. Ser madre no es ni será nunca fácil, pero hay quienes la tienen el triple de difícil y con DPP debe ser insostenible.
En el siguiente post (Parte 2) les cuento cómo pude combatir la depresión. Ahorita mi Emma, que ya tiene 6 años, está de vacaciones y me espera para hacer galletitas de navidad. Y luego pintaremos con pasteles los árboles del jardín. No soy la mamá perfecta, no pasa un día en el que no sueñe con irme de vacaciones yo solita y dejar la crianza de mis dos Angelitozzz “on hold” para poder disfrutar de mi soledad sin pensar en horarios, comidas, juguetes, colegios, nidos, juegos, ropa, disciplina, pataletas, y etc. Pero no la cambio POR NADA. Es más, YO tendría 20 hijos aunque mi hermana me dice que terminaría en el Larco Herrera. En fin. Mañana te cuento como acabó la cosa. Un beso muy grande a ti que me lees y que quizás estás sufriendo. Eres una gran mamá, estoy segura. Pide ayuda y se te dará, hay solución.
Lee la segunda parte ACA
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